La otra tarde recibí la agradable sorpresa de un email inesperado. Bajo el asunto “Bar curioso”, un ya antiguo alumno, de los que acaban de terminar el Bachillerato, me envíaba un selfie donde aparece junto a dos compañeros de clase. El sonriente trío posa ante una puerta coronada por el cartel “Galerie Julio Cortázar v La Casa Blů” y la barbuda silueta del escritor argentino. Lo del selfie no deja de tener su guasa, porque precisamente hace unos días el texto de Lengua en los exámenes de Selectividad trataba de la moda arrolladora de los selfies como síntoma del moderno egocentrismo juvenil.

La foto en cuestión, que publico con permiso de sus protagonistas.
La fotografía de este artículo, publicada previo permiso de sus protagonistas.

Entre que la imagen venía sin texto de acompañamiento y que estamos en semanas de InterRail preuniversitario, el enigmático cartel desperezó mi curiosidad: ¿desde dónde la habrían mandado? La palabra “v” es, en la mayoría de las lenguas eslavas, la preposición que significa ‘en’. Y ya que la lengua en cuestión se escribe con caracteres latinos, y no cirílicos, me apresuro a suponer una foto tomada en Polonia (pero en polaco la v se escribe w, como en Wojtyła o Warszawa), tal vez Eslovenia, Croacia, la República Checa, Eslovaquia. Ya francamente picado por la curiosidad, tecleo en Google “La Casa Blů” y descubro la existencia de este bar de Praga, abierto hace casi veinte años por un simpático chileno en la ciudad de las cien torres. En efecto, el local cuenta en sus dependencias con una Galería Julio Cortázar, “un espacio para el arte y la reunión inteligente”, asegura su página web. Todo ello parece justificar la escueta mención en la casilla del asunto: “Bar curioso”. Ya está, fin de trayecto, curiosidad satisfecha. Les contesto unas líneas de agradecimiento, porque el mensaje me ha hecho sonreír y me ha llegado al alma, y me pongo a revisar el resto del correo.

El interior de  La Casa Blů, lugar típico de encuentro estudiantil.
El interior de La Casa Blů, lugar típico de encuentro estudiantil.

A la mañana siguiente, en la sala de profesores, enseño el email a algunos compañeros de trabajo con un sincero: “¡Qué majos!”. Hasta ahí todo va bien, pero justo entonces se apodera de mí la bestia peluda que habita en mi abismo interior y me descuelgo con el siguiente comentario:

Bestia peluda-Chewbacca—¿Os habéis fijado? Estos chicos envían una foto de no se sabe dónde y se quedan tan frescos. Ni encabezamiento, ni texto, ni despedida, ni firma, ni siquiera un simple “Saludos desde Praga”. Estamos asistiendo a la presentación en sociedad de una «generación ágrafa”, desinteresada de la escritura: la imagen ha sustituido por completo a la palabra escrita —concluyo solemnemente y, todo sea dicho, con refinada pedantería.

Por suerte para mí, las cosas no suelen terminar ahí y en general me doy una segunda oportunidad. Aún conservo, de mis paseos solitarios frente al mar en la tercera década de vida, la sana costumbre de hablar solo (y en voz baja, se entiende). Estas conversaciones silenciosas son ocasión, entre otras cosas, de repasar los sucesos diarios para digerirlos, comprenderlos y, dependiendo de los casos, paladearlos o mirarlos con ojo crítico, lo que me ayuda a mantener a raya a la bestia peluda y su espontánea tendencia a la más cándida estupidez. Y en la tarde de aquel día tuve conmigo mismo uno de estos encuentros, más o menos en el siguiente tono:

—“Generación ágrafa”, menudo hallazgo. Te has lucido. Resulta que unos chicos de apenas dieciocho están de viaje por Europa, de pronto encuentran un rincón curioso que les recuerda a tus clases de Literatura y su primer impulso es enviarte una foto como muestra de afecto y complicidad. Y a ti no se te ocurre nada mejor que descalificarlos en plan elegante con palabrotas de origen griego. Hay que ser canalla.

Roma-foro-romano

Durante esta conversación interior traté de imaginar mis propios dieciocho. Me vi de viaje veraniego en —pongamos— Roma, a la vista del Foro Romano y recordando a mi apreciado profesor de Latín, el irrepetible Arsenio Álvarez. En una situación así, quién sabe, tal vez hubiera comprado una tarjeta postal del Foro y un sello de correos, recordado la dirección del colegio (suponiendo que la conociera) y escrito un texto plagado de burdas obviedades: aquí estoy de vacaciones en Italia, esto está muy bien, al ver el Foro me he acordado de las clases de Latín, que pase usted un buen verano, a ver si nos vemos algún día, saludos desde Roma. Pero sospecho que la hipotética postal se habría quedado en un bonito deseo, porque no creo yo que terminase el Bachillerato ni con la iniciativa ni con la complicidad de estos alumnos que me han mandado a bote pronto su muda fotografía praguense.

Así que, ya metido en gastos, me puse a imaginar un posible texto de acompañamiento a la imagen de La Casa Blů, del todo innecesario pero absolutamente merecido, en castigo de mi pedantería e ingratitud:

«Hola. Somos Ignacio, Borja e Ignacio [primera obviedad]. Estamos de InterRail por Europa [como te dijimos que haríamos] y hemos encontrado un bar curioso [eso dice el “asunto”, ¿no?]. Se llama La Casa Blů y tiene, tan lejos del mundo hispano, una Galería Julio Cortázar [en tu calidad de profesor de Lengua, sin duda lo habrás podido leer detrás de nuestras caras. Sí, pone «galerie», pero es que debe de estar en checo]. Como en clase vimos fuera de programa el enigmático relato de Cortázar “Casa tomada” [lo recordarás bien, porque tú mismo lo leíste en voz alta para todos], nos ha divertido la coincidencia y hemos decidido hacernos una foto y mandártela [obviedad máxima, y van…]. Así podrás comprobar que [después de dos años dándonos la brasa con los rasgos lingüísticos de los textos, los densos temas de historia literaria y las lecturas infumables del programa oficial] nos han quedado algunas referencias culturales y un buen recuerdo de nuestros profesores.

»[Como sin duda habrás notado] hemos querido hacernos un selfie, en vez de una foto convencional; así saltará a la vista lo bien que nos lo estamos pasando [que de eso van los selfies, por mucho que se empeñe el texto de la Selectividad; hay en ello un guiño sutil que, como profesor de letras, no dudamos sabrás captar solito]. A la hora de enviártelo ha habido algún problema: sabiendo que no tienes cuenta de Twitter ni [mucho menos] de Instagram, nos las hemos ingeniado para insertar la imagen en un correo electrónico [esa antigualla que los mayores usáis para toda clase de propósitos, a veces muy sorprendentemente].

»Aunque en el colegio aprendimos que “Una imagen vale más que mil palabras” [si es así, ¿por qué vuestra «generación hipergrafista» se empeña en poner siempre por escrito las cosas más obvias?], hemos querido añadir este texto de acompañamiento [temiendo que lo echaras de menos]. Hay que reconocer que la cosa ha estado a punto de superarnos: esto de patear ciudades con mochila te deja agotado y todavía nos queda una pila de imágenes que subir para distinta gente. Además, francamente no nos parecía muy necesario: sabemos que tienes «curiosidad intelectual» [siempre nos has animado a descubrirla, ¿no?] y suponíamos que te divertiría más investigar los detalles de la foto por ti mismo [en fin, tú verás, pero así, de paso, podrías empezar a ocupar los dos meses de vacaciones que tienes por delante y que, dicho sea sin ánimo de molestar, entre nuestros padres y el Estado te pagan religiosamente].

»Ah, y saludos desde Praga [Franz Kafka también te envía saludos y sigue pidiendo que alguien le haga caso de una vez y queme por fin sus obras]

Profesor LÍLEMUS

[Afectuosamente para todos mis recién terminados, con InterRail o sin él, con fotos o sin ellas. Os lo podéis tomar como un tema de discusión veraniega e informal; por primera vez desde que nos conocemos, en esta ocasión no voy a examinar ni evaluar vuestras conclusiones.]