Nos sentimos fuertes. Hemos perseguido hasta el destierro supersiticiones e incertidumbres. Hemos cubierto de explicaciones, a menudo superficiales, cada misterio que pudo inquietar a los bisabuelos, y hace ya tiempo que los DUENDES abandonaron nuestras casas. Salvo que, a veces, por algún resquicio se cuelan los temores inciertos en la vida, nos enmarañan las certezas y volvemos a ser presa de la inquietud y el pánico.

El sustantivo pánico designa el miedo intenso («Ha sufrido un ataque de pánico”), especialmente cuando es colectivo y contagioso (“El pánico se extendió por las calles de París”). Sin embargo, en su origen, pánico es el adjetivo correspondiente al dios griego Pan. ¿Cómo ha sido posible una transformación semejante?

En realidad, se trata de un caso de sustantivación del adjetivo, que se da al sobrentenderse este en frases nominales más o menos estereotipadas. Así como «la circunstancia agravante» se ha quedado en «la agravante» y «la ciencia química» en «la química», igualmente «el terror pánico» o «miedo pánico» se redujo a «el pánico».

Cometa HalleyVeámoslo en un ejemplo añejo. En 1690 se publicó en el virreinato de México la obra Libra astronómica y filosófica, del historiador, poeta, astrónomo y sacerdote mexicano don Carlos de Sigüenza y Góngora. En diciembre del año anterior la periódica visita del cometa Halley había despertado en la población toda clase de temores supersticiosos, así que don Sebastián de Guzmán y Córdova, juez oficial de la Real Hacienda y amigo de Sigüenza, creyó oportuno dar a la imprenta la explicación científica del fenómeno escrita por el sacerdote. Lo declara el propio don Sebastián en el prólogo:

Hacer esto en este tiempo me pareció preciso, para desvanecer el terror pánico con que se han alborotado cuantos han visto el cometa con que por las mañanas de la mayor parte del mes de diciembre del año pasado de 1689 se hermoseó el cielo.

Las frases «terror pánico» y «miedo pánico» llegaron a ser tan habituales en la lengua culta, que pronto los sustantivos ya no fueron necesarios y empezaron a omitirse. En estos casos, el adjetivo suele asumir el significado global de la frase, como sucede en «la (ciudad) capital» o «el respetable (público)». Así lo vemos en la novela galdosiana La de Bringas, cuando se describe el ambiente revolucionario de 1868.

Después de esto, la gente corría por las calles con más señales de júbilo que de pánico. Grupos diversos recorrían las calles dando vivas a la Revolución, a la Marina, al Ejército, y diciendo que Isabel II no era ya Reina.

Pero la pregunta inicial sigue sin respuesta. ¿Cómo había llegado el adjetivo del dios Pan a ser acompañante habitual de sustantivos como miedo o terror? Pan era en la mitología griega la divinidad de los pastores y los rebaños. Se le representa como un hombre con cuernos y patas de macho cabrío, cuerpo velludo y barba poblada. Es ágil, rápido, astuto, a menudo dominado por el instinto sexual, que le impulsa a perseguir ninfas y muchachos.

Pan persiguiendo a SiringeSe cuenta que en una de estas correrías, mientras perseguía a la ninfa Siringe a orillas del río Ladón, esta fue transformada en caña. Al escuchar el dios cómo el viento hacía sonar las cañas, se le ocurrió la idea de crear un instrumento musical a base de unir varias de distintas larguras. Este instrumento, tradicionalmente asociado con la figura de Pan, es la zampoña, también llamada siringa en recuerdo de la ninfa.

Flauta de panEn la Antigüedad, los supersticiosos campesinos achacaban a este dios silvestre toda clase de fenómenos inexplicables que tuvieran lugar en bosques, montes y valles. Una roca desprendida de una ladera, el vuelo repentino de una bandada de aves, un ruido extraño en mitad de la noche, la inquietud que se apodera de un rebaño, eran atribuidos a la presencia escondida de Pan. El temor que inspiraba originó en griego la frase τάραχος πανικός (tárakhos panikós), donde tárakhos significa ‘agitación, inquietud, temor’. De ella es calco nuestro “miedo o terror pánico”, que como hemos visto terminó en simple “pánico”.

Y así es como el astuto dios de los rebaños logró sobrevivir oculto en el bosque de nuestra lengua, camuflado en la palabra derivada de su nombre. En ella vive libre de miradas incrédulas, ahora que creemos tener explicación para todo, y el miedo, cuando llega, nos pilla siempre por sorpresa.

Profesor LÍLEMUS