Hoy he pasado la tarde aquejado de bartrinismo. Es algo que puede ocurrirle a cualquiera, pero noto que en mi caso voy de mal en peor. Como además en pleno ataque me he sentado a escribir, os advierto que los síntomas los vais a padecer vosotros, si no tomáis la precaución de dejar inmediatamente la lectura.

Joaquin BartrinaLlamo bartrinismo a la dolencia de la mente que identificó el reusense Joaquín María Bartrina en aquella estrofa genial de sus Arabescos:

Oyendo hablar a un hombre, fácil es
acertar dónde vio la luz del sol:
si os alaba a Inglaterra, será inglés;
si os habla mal de Prusia, es un francés;
y si habla mal de España, es español.

O sea, el reverso del chauvinismo francés, a la española y a contracorriente de la naturaleza, que como su nombre indica tiende a ser nacionalista. Todo ha sido a propósito del cuarto centenario de Cervantes y Shakespeare, leyendo algunas cosas de sus respectivos enterramientos que han reanimado mi habitual pero adormecida anglofilia.

BUITRERÍO POLITICULTURAL

Resulta que Cervantes fue enterrado el 23 de abril de 1616 en la iglesia del madrileño convento de las Trinitarias Descalzas de San Ildefonso. El convento, edificado en 1609, fue reconstruido entre 1673 y 1697. En esta reforma se demolió la capilla en que reposaban los restos del escritor, de su esposa y otras quince personas, que fueron exhumados y trasladados a una fosa común en la remozada edificación. Al hacerlo, nadie se molestó en identificar la nueva tumba con una lápida, y así el destino final del patriarca de nuestras letras quedó para la posteridad marcado por la incertidumbre.

Convento trinitarias descalzas Madrid

Esto, sin embargo, alguna ventaja tenía, pues incertidumbre supone a la vez misterio, y el misterio tiene la propiedad de ser vago, profundo, indefinible, atrayente. La placa «EN ALGÚN LUGAR DESCONOCIDO DE ESTE MONASTERIO YACE MIGUEL DE CERVANTES» puede ser un reclamo turístico poderoso; mejor, desde luego, que una lápida mohosa en el suelo de una cripta inaccesible. El misterio suele conferir un aura especial, sin contar que la inconcreción del emplazamiento convertía el edificio entero en digno mausoleo para el autor de la novela más leída del mundo.

Y en esta definitiva provisionalidad, tan típicamente española, han seguido las cosas durante más de tres siglos, hasta que la vanidad llamó a la puerta de algunos despachos. La tentación de brillar en los libros de historia fue demasiada para un puñado de científicos y políticos, los nuevos dioses providentes de nuestro mundo. Así que en 2015 el buitrerío politicultural posó sus peladas cabezas en las Trinitarias con moderna equipación forense y allí enredaron hasta encontrar, según sus propias palabras, «una concentración de huesos, fragmentados y deteriorados, correspondientes a diecisiete personas, entre los que posiblemente se encuentren los de Cervantes y su esposa». O sea, un bonito modo de reconocer que se habían gastado 114.000 euros en un ejercicio fallido de necrofilia.

Lapida de cervantesAl final las autoridades municipales optaron por esconder el amasijo de restos óseos en un nicho bajo una lápida conmemorativa. Su encabezamiento, tirando a tramposo («Yace aquí Miguel de Cervantes Saavedra, 1547-1616»), más parece destinado a promover el olvido de la chapuza institucional que a celebrar el recuerdo del querido escritor. Le sigue una cita de Los trabajos de Persiles y Sigismunda, en concreto de la bella dedicatoria al conde de Lemos, escrita por Cervantes tres días antes de morir. Y todo ello rematado con la firma de la Real Academia Española, que ha prestado su nombre y prestigio al españolado chanchullo.

Al ver el texto de la lápida, se me exacerba el bartrinismo y no puedo evitar leerlo así: «Yace aquí un revoltijo de esquirlas de hueso pertenecientes a diecisiete personas, entre las que no es inverosímil se hallen algunas de Miguel de Cervantes Saavedra, quien descansaba en paz en esta iglesia antes de que nos encarnizáramos con él». Por cierto, donde dice Segismunda algún indigente cultural tendría que haber escrito Sigismunda, ahorrando así un merecido sonrojo a la firmante -y bien subvencionada- Academia.

Y así es como quedó profanado el bello misterio de la tumba de Cervantes, un escritor que quiso ser enterrado sencillamente, a cara descubierta y amortajado con el humilde hábito franciscano. Me pregunto si de verdad podía esperarse otra cosa de una gente para quien toda experiencia de la incertidumbre se reduce a los resultados electorales, y todo misterio puede ser enlatado en una monografía científica.

Restos de cervantes
En esta porquería ha consistido realmente el supuesto hallazgo de los restos del inmortal escritor.
 

UN INTRÉPIDO PÁRROCO CON UN PAR (de razones)

William Shakespeare fue enterrado doce días después que Cervantes (el 25 de abril) en la iglesia de la Santísima Trinidad de Stratford-upon-Avon, la misma en que había sido bautizado y adonde acudía semanalmente cuando se encontraba en la ciudad. Cerró la tumba una losa con un epitafio de cuatro versos pareados, al parecer escritos por el propio poeta:

Good frend, for Iesus sake forbeare
To digg the dust encloased heare.
Bleste be the man that spares thes stones
And curst be he that moves my bones.

Tumba y epitafio de Shakespeare(Buen amigo, por el amor de Dios, abstente de remover el polvo aquí encerrado. Bendito sea el hombre que deje en paz estas piedras y maldito sea quien mueva mis huesos.)

Es una pena que el Ayuntamiento de Madrid no los haya considerado antes de molestar a Cervantes con sus manejos necrófilos. Y también lo es que el convento de las Trinitarias no haya considerado la firmeza mostrada por la iglesia de la Trinidad de Stratford, que durante décadas se ha negado a abrir la tumba del bardo de Avon para su investigación. Solo en 2016 ha concedido permiso a un proyecto de arqueología no invasiva mediante escáner, del que se concluye que probablemente a los restos de Shakespeare les falte la cabeza. Este singular detalle confirmaría una historia publicada en octubre de 1879 por la revista Argosy (el texto y una continuación de 1884 los podéis encontrar aquí), según la cual el cráneo de Shakespeare habría sido robado de su tumba en 1794. Pero el escáner no nos da la absoluta seguridad, ni falta que nos hace.

escaner-tumba-shakespeare

Dioses, tumbas y sabiosA los dioses de la ciencia y la política hay que recordarles de vez en cuando que ni nuestras vidas ni nuestras muertes les pertenecen, por mucho tiempo que haya pasado. De Cervantes, de Shakespeare, de cualquier otro, tenemos el derecho de leer sus obras y disfrutarlas, que no es poco; y algunos -profesores, responsables culturales- tenemos además el deber de difundir su conocimiento y su recuerdo. El actual párroco de la Trinidad, reverendo Patrick Taylor, ha justificado las limitaciones impuestas a esta investigación y otras futuras con un par de buenas razones:

We intend to continue to respect the sanctity of his grave, in accordance with Shakespeare’s wishes, and not allow it to be disturbed. We shall have to live with the mystery of not knowing fully what lies beneath the Stone.

(Es nuestra intención seguir respetando la santidad de su tumba, de acuerdo con los deseos de Shakespeare, y no permitir que sea perturbada. Tendremos que convivir con el misterio de no saber plenamente qué hay bajo la losa.)

Vicar Patrick TaylorBendita escala de valores, señor párroco. Hace falta británica dignidad para bajar de su cielo a quienes ya se imaginan brillando estelarmente en el documental del canal Historia. ¿Os habéis fijado? El joven e intrépido cura, consciente de ser transmisor y no propietario, no solo recuerda la necesidad de respetar la santidad del enterramiento y la voluntad del enterrado; también usa con valentía y desparpajo las palabras mystery y not knowing. Se nota que su oficio le ha dado una bella cercanía al misterio. Cuando uno trata con familiaridad al Todopoderoso, estos diosecillos ofrecen poquita resistencia.

En fin, mi querido Bartrina, que aquí sigo yo con mi incurable anglofilia, pensando que hay clérigos y clérigos, países y países, y que seguramente me ha dado por nacer en el sitio equivocado.

Profesor LÍLEMUS

[Mucho he recordado, escribiendo esta, al académico y cervantista Francisco Rico, quien ha debido de sentirse muy solo en sus críticas al aplaudido «hallazgo» de la tumba de Cervantes.]