Hay en español, igual que en otros idiomas, apellidos consistentes en nombres de color. Los Rojo, Blanco, Pardo, Bermejo, Moreno, Rubio, Zarco (azul claro), Cano, Castaño son más o menos frecuentes en nuestra antroponimia. Un color, sin embargo, parece faltar en esta paleta que sí está presente en las de otras lenguas: el negro. ¿Quiénes son en España los señores Black del inglés, Lenoir del francés, Neri del italiano, Schwartz del alemán o Чернев (Chernev) del ruso? Pues la verdad es que, aunque hay un cierto número de personas apellidadas Negro (así, rotundamente), el auténtico equivalente de estos tipos extranjeros es el señor Prieto. Por cada Negro, hay en nuestro país casi cuarenta Prietos.

El señor Prieto es mister Black

En efecto, el adjetivo prieto, aparte de ‘ajustado, ceñido, apretado’, significó ‘muy oscuro y que casi no se distingue del negro’, sentido hoy casi olvidado en España. Vedlo en esta cita de la Historia de la doncella Teodor, de mediados del XIII, donde se describe el ideal de belleza femenina:

“Ha de ser blanca en tres lugares: ha de ser blanca en el cuerpo e blanca en la cara e blancos los dientes; e ha de ser prieta en tres lugares: los cabellos prietos e las pestañas prietas e lo prieto de los ojos”.

A lo largo de la Edad Media, prieto se aplicaba normalmente al color oscuro del pelo, los zapatos, un paño, un líquido, el plumaje y piel de los animales. El Libro de ajedrez, dados e tablas (1283) de Alfonso X el Sabio llama invariablemente prietas a las piezas negras del ajedrez, y en Cantabria hay un famoso pico llamado Peña Prieta. Todavía hoy en Cuba se dice prietos a los de raza negra y, en México, a los de piel morena. En Portugal, preto es el nombre regular del color negro y se usa también como apellido.

Alfonso X-Libro de ajedrez-Alfil prieto
«El quarto iuego dar la xaque con ell alffil prieto en la quarta casa del cauallo blanco

Os estaréis preguntando cómo es posible que este derivado regresivo del verbo apretar llegara a convertirse en el nombre del color oscuro. Para dar con la explicación, hay que imaginar que en un medio apretado (en el sentido de ‘denso, espeso, tupido, cerrado’) la luz se difunde con dificultad. Un bosque espeso, por ejemplo, resulta oscuro, lo que también explica que llamemos claro de bosque a la parte de él que no tiene árboles.

claro de bosque
Un bosque apretado resulta oscuro, y a la parte de él que no tiene árboles la llamamos claro.

La frecuencia de Prieto como apellido es relativamente alta, especialmente en el noroeste peninsular, con epicentro en la provincia de Zamora, donde quienes lo llevan en primer lugar superan el 1% (según datos por provincia de nacimiento –no de residencia- del Instituto Nacional de Estadística). Se trata de uno de tantos apellidos que fueron en origen simples apodos, lo que no significa que los primeros miembros del linaje fueran de raza negra. Tanto en España como en otros países, este apodo debía de aludir a algún otro rasgo físico, como el color del pelo o los ojos, o la tonalidad oscura de la piel. Su origen es, pues, semejante al de Moreno, aunque este es bastante más frecuente: hay unos cuatro Morenos por cada Prieto.

Caballo prieto azabache
Un caballo prieto azabache como el de la canción de María Dolores Pradera de igual título.

Es curioso que ambos apellidos parecen haber competido por el territorio a lo largo de la historia y llegado a una especie de reparto. Moreno (sigo manejando datos según la provincia de nacimiento) es prácticamente inexistente en el noroeste, donde predomina Prieto, pero es muy frecuente en el resto de España, especialmente en su mitad meridional. Su mayor frecuencia proporcional se da en el sureste, concretamente en las provincias de Jaén y Albacete.

Esta complementariedad territorial la tengo asociada en la mente a la coincidencia de ambos adjetivos en cierta cancioncilla tradicional. Compuesta en el siglo XV, cuando el ideal femenino ya había virado al rubio de pelo y al claro de ojos, hace una afirmación orgullosa de la sombría belleza de la piel morena y el cabello negro:

Aunque soy morenica y prieta,
¿a mí qué se me da?
Que amor tengo que me servirá.

Profesor LÍLEMUS